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El asalto a la Plaza de los Tres Poderes en Brasilia: 371 condenas y 61 prófugos en dos años.

El asalto a la Plaza de los Tres Poderes en Brasilia: 371 condenas y 61 prófugos en dos años.

El pasado 8 de enero se conmemoró el segundo aniversario del asalto golpista a la Plaza de los Tres Poderes en Brasilia, un hecho que dejó una profunda huella en la historia reciente del país. En respuesta a este incidente, el Tribunal Supremo de Brasil ha llevado a cabo una exhaustiva investigación en los últimos dos años, resultando en la condena de 371 personas implicadas en estos actos violentos, de las cuales 61 todavía se encuentran prófugas de la justicia.

Según la información proporcionada por el Tribunal y difundida por Agencia Brasil, de las 371 personas condenadas, un total de 225 han sido sentenciadas a penas de prisión que oscilan entre los tres y diecisiete años. Estos individuos han sido hallados culpables de delitos graves que amenazan la integridad del Estado democrático, incluyendo el golpe de Estado, asociación criminal y daños al patrimonio público.

Los otros 146 condenados, al haber incurrido en delitos de menor gravedad, han recibido penas alternativas. Estas incluyen el uso de tobilleras electrónicas, el cumplimiento de multas, el servicio comunitario, la asistencia a cursos sobre democracia y la restricción del uso de redes sociales. Además, otras 527 personas están bajo medidas similares a través de acuerdos alcanzados con la Fiscalía brasileña.

El informe del Tribunal Supremo también revela que, de los aproximadamente 122 fugitivos, 61 de ellos enfrentan solicitudes de extradición a los países donde se han refugiado. Esta situación ha generado un debate en torno a la eficacia del sistema judicial y la responsabilidad internacional en la persecución de estos actos golpistas.

Es fundamental recordar que el asalto a la Plaza de los Tres Poderes se llevó a cabo por un grupo de más de 2,000 individuos, quienes, en una manifestación de descontento tras la derrota electoral del ultraderechista Jair Bolsonaro, decidieron irrumpir violentamente en las sedes del Congreso, el Tribunal Supremo Federal y el Palacio Presidencial. Este ataque ha sido catalogado como un hecho sin precedentes en la historia de Brasil, exacerbando aún más la polarización que atraviesa al país.

El día del asalto, mientras muchos brasileños expresaban su preocupación por el retorno de Lula da Silva al poder, llegaron a la capital decenas de autobuses, inicialmente planteado como una manifestación más contra el nuevo Gobierno. Este clima de agitación social había comenzado a gestarse desde dos meses antes, a través de vigilias, rezos y acampadas ubicadas frente a los cuarteles del Ejército, lo que evidencia el descontento profundo que existe en ciertos sectores de la población brasileña.