En una movida política que refleja la creciente polarización en Austria, el presidente Alexander van der Bellen ha decidido reunirse con Herbert Kickl, líder del ultraderechista Partido de la Libertad (FPÖ). La convocatoria se produce tras la reciente caída de las negociaciones entre el Partido Popular Austriaco (ÖVP) y el Partido Socialdemócrata (SPÖ), lo que llevó a la inesperada dimisión de Karl Niehammer, actual canciller y líder de los "populares".
Van der Bellen, consciente de la incertidumbre que se cierne sobre el país, anticipa que la próxima semana se comunicará quién será el nuevo canciller. En declaraciones a la televisión pública alemana ÖRF, enfatizó la urgencia de establecer un gobierno que goce de una “mayoría estable”, dado el contexto convulso.
El presidente también reflexionó acerca de la complicada situación actual, señalando que “cuando crees que comprendes la realidad y posees la experiencia suficiente, te das cuenta de que la situación es diferente”. Sus palabras subrayan la dificultad de navegar por un paisaje político incierto.
Desde el FPÖ, Herbert Kickl ha insistido en que su partido se presenta como “el único factor estable” en el panorama político austriaco. Asimismo, criticó las propuestas de “gobiernos experimentales”, haciendo referencia a lo que él denomina como una “coalición semáforo a la austriaca”, en alusión al pacto que se lleva a cabo en Alemania.
Kickl reafirmó su compromiso de actuar con “honestidad, claridad, previsibilidad, estabilidad y credibilidad”, subrayando su mantra de que “primero la gente y después el canciller”, un mensaje que busca conectar con la ciudadanía en un momento de crisis de representación política.
Por su parte, Christian Stocker, el nuevo líder del ÖVP y potencial compañero de pacto del FPÖ, se ha mostrado conciliador, afirmando estar dispuesto a negociar con la ultraderecha en estas condiciones “diferentes”. Se percibe un cambio en la estrategia del ÖVP, que ahora parece dispuesto a acercarse al FPÖ en busca de una solución estable para el país.
“Si recibimos una invitación para negociar la formación del gobierno, la aceptaremos sin dudar”, declaró Stocker, quien insistió en que el ÖVP “no se escabullirá de sus responsabilidades políticas”, reflejando una postura pragmática ante los desafíos venideros.
Mientras tanto, Andreas Babler, líder del SPÖ, no tardó en manifestar su oposición a este posible acercamiento entre ÖVP y FPÖ. Denunció que “Kickl no es demócrata y representa un peligro”, argumentando que una coalición azul-negra podría llevar a recortes que afectarían a los más vulnerables de la sociedad. Los colores de ambos partidos, el azul del FPÖ y el negro del ÖVP, simbolizan una alianza que podría ser perjudicial para muchos ciudadanos, según Babler.
El líder del SPÖ se mostró decidido a mantener la defensa de la democracia en el país, asegurando que su partido continuará representando los intereses democráticos con firmeza. Babler expresó su confianza en contar con un sólido apoyo dentro de todos los sectores de su partido, dejando claro que no se rendirá ante lo que considera un avance de la extrema derecha en la política austriaca.
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