VALENCIA, 28 de octubre. La familia Quintero Beltrán aún vive las secuelas de una tragedia que marcó un antes y un después en sus vidas. Hace un año, el 29 de octubre de 2024, perdieron su hogar durante la riada más devastadora en la historia del país. En su vivienda en el municipio de Alfafar, las huellas del agua todavía son visibles, con las marcas en el portal recordando la fuerza destructiva de la naturaleza. La inundación se llevó consigo recuerdos irrecuperables, muebles, electrodomésticos y el esfuerzo de toda una vida.
El regreso a su hogar no fue una tarea sencilla. La familia tuvo que limpiar más de 10 toneladas de barro, ya que las reformas realizadas por los daños eran insuficientes para permitir una vuelta segura. Amancio Quintero, el padre de familia, se pasaba noches enteras sacando barro a mano tras concluir su jornada laboral como conductor. Esta agotadora labor le costó su salud, ya que contrajo una infección que le provocó una pérdida de más de 30 kilos. “Experimenté dolores que me llevaron a urgencias en medio de la noche”, expresa Amancio, compartiendo su historia a través de la Fundación Madrina.
Finalmente, tras siete meses de arduo trabajo y una inversión de más de 70.000 euros, lograron regresar, aunque solo recibieron 3.000 euros de ayuda estatal. “Sin el apoyo de los voluntarios, quienes han estado con nosotros durante todo este tiempo, no hubiéramos podido llegar a donde estamos ahora”, afirma Fanny Beltrán, la madre, visiblemente agradecida por la solidaridad que han recibido.
La comunidad local también se unió al esfuerzo; varios comercios donaron materiales como suelo, azulejos y un sofá, mientras que la Fundación Madrina facilitó electrodomésticos esenciales gracias a donaciones reunidas en Madrid. Sin embargo, un año después de aquella devastadora lluvia, las repercusiones van más allá de lo físico. Fanny ha comenzado a asistir a terapia psicológica, temiendo no poder recuperar su antiguo yo. Su hija, Mariana, de 15 años, ha desarrollado un apego inquietante hacia su madre, reviviendo la angustia de haber estado sola durante la inundación: “Miedo a que vuelva a suceder y no sea capaz de escapar”, confiesa la adolescente.
Preocupantemente, la Generalitat Valenciana ha reportado un aumento del 25% en las consultas psicológicas por estrés a raíz del desastre natural. Un informe reciente de la Fundación Madrina señala que muchas zonas aún no han logrado volver a la normalidad. Las secuelas físicas y emocionales se mezclan con la quiebra económica de numerosas familias que deben afrontar las hipotecas junto con los costos de las reparaciones necesarias para poder volver a habitar sus hogares. Centenares de familias todavía se encuentran en alojamientos temporales o en casas de familiares.
“La riada ha empujado a muchos hacia la pobreza, afectando incluso a quienes previamente gozaban de una buena situación económica y dejando a las familias ya vulnerables al borde de la miseria”, afirma Conrado Giménez Agrela, presidente de la Fundación Madrina. En cuanto a la respuesta institucional, el Instituto Valenciano de la Edificación ha declarado como inhabitables 1.458 viviendas, mientras que las autoridades reportan la necesidad de demoler más de 300 bloques. La Cámara de Comercio de Valencia informa que de unas 2.400 empresas que sufrieron graves daños, un centenar ha cerrado, lo que representa un 6% de las empresas en la denominada “zona cero”.
En el barrio El Raval de Algemesí, no ha reabierto ni el colegio ni el polideportivo, y el parque infantil, cubierto de maleza, apenas recibe visitas, mientras que las casas cercanas al río se encuentran ocupadas por personas sin hogar a medida que se desgranan. En Alfafar, Fanny también expresa su frustración: “No hay un solo parque donde los niños puedan jugar”, lamenta esta madre que ha visto desaparecer el área infantil frente a su edificio. Además, denuncia que algunos pequeños han tenido que asistir a clases en barracones sin aire acondicionado, y el centro de mayores de la localidad aún no ha reabierto.
A pesar de las dificultades, las familias de Valencia luchan por recuperarse tras el paso del agua devastadora, enfrentándose a una maraña burocrática para acceder a las ayudas, mientras la solidaridad de toda España se ha hecho presente a lo largo de estos meses. En una emotiva carta a la Fundación Madrina el 25 de mayo, Fanny expresó su gratitud: “Hoy volvemos a casa definitivamente. Queda trabajo por hacer, pero ya podemos habitar. Recordamos todo lo que hicieron por nosotros y estamos agradecidos de corazón; ustedes siempre tendrán un lugar aquí”.
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