El pasado 18 de mayo en Madrid, el Papa León XIV hizo un llamado poderoso a la unidad dentro de la Iglesia, instando a que se convierta en un "fermento para un mundo reconciliado". En su homilía inaugural, celebrada en la emblemática Plaza de San Pedro y ante una multitud de fieles, destacó la misión de la Iglesia de abrir sus brazos al mundo, enfrentando así la discordia, la violencia y los prejuicios.

Durante este significativo evento, el Pontífice expresó su deseo de que la comunidad católica se una como un símbolo de unidad y comunión, especialmente en un tiempo donde las divisiones sociales abundan. Hizo hincapié en que la urgencia de sanar las heridas causadas por el odio y el miedo a lo diferente es más relevante que nunca. "Queremos ser, en este vasto mar de desunión, una pequeña levadura de inclusión y fraternidad", afirmó León XIV.

Además, el Papa resaltó la importancia de adoptar un enfoque misionero que no se limite a un grupo cerrado, instando a los creyentes a colaborar en la construcción de una unidad que reconozca y celebre las diferencias culturales y personales de cada individuo. "No se trata de sentirnos superiores, sino de valorar y abrazar la diversidad que enriquece a la humanidad", agregó.

En un emotivo momento, León XIV recordó a su predecesor León XIII y reflexionó sobre el poder transformador de la caridad divina, proponiendo que si el amor prevaleciera, muchas de las luchas sociales podrían encontrar su fin. Esta cita resuena con la encíclica Rerum novarum, que invita a la reflexión sobre cómo el amor puede cambiar la dinámica de la sociedad civil.

El Pontífice concluyó su mensaje reafirmando la visión de una Iglesia misionera, dispuesta a abrazar el mundo, a proclamar la Palabra y a convertirse en un verdadero motor de concordia que impulse la paz y la solidaridad entre todos los pueblos. Este llamado a la acción resuena con la urgencia de los tiempos y con el deseo de construir un futuro más justo y unido.