La donación realizada por la familia Rockefeller fue un factor decisivo en la elección de la ciudad que alberga actualmente la sede de la ONU, a la que se consideraron varias localizaciones antes de tomar la decisión final.
Aunque la ONU tiene oficinas en diversas partes del planeta, no se ha llevado a cabo un análisis formal sobre la posibilidad de trasladar sus organismos centrales desde su ubicación en Nueva York.
MADRID, 4 de octubre.
Desde su fundación, Nueva York se ha consolidado como la sede de la ONU, un emblema de la diplomacia internacional durante casi ocho décadas. Sin embargo, la voz crítica de Estados Unidos hacia la organización y las restricciones a las delegaciones extranjeras han revitalizado el debate sobre la pertinencia de mantener un acuerdo de este tipo, cuyas raíces combinan motivaciones geopolíticas y aportaciones económicas, como la famosa donación del magnate John D. Rockefeller.
En diciembre de 1945, el Congreso de Estados Unidos hizo una invitación formal a la entonces naciente ONU para establecer su sede en suelo estadounidense. En un mundo marcado por las secuelas de la guerra, Estados Unidos ya apuntaba a consolidar su papel de potencia global frente a la Unión Soviética.
Durante la primera Asamblea General en Londres en 1946, donde participaron los 51 países fundadores, se debatió la posibilidad de ubicar la sede permanente de la ONU. Aunque Nueva York ya se mencionaba como una opción preferente, aún no se habían tomado decisiones definitivas.
Después de considerar varios votos en contra, en noviembre de 1946, se instó a un comité específico a acelerar el proceso de selección, limitando las opciones a Nueva York, San Francisco, Filadelfia y Boston. Un total de nueve localidades fueron visitadas antes de que los expertos determinasen que San Francisco y Filadelfia eran las más adecuadas.
La falta de un consenso claro se debió en parte a la resistencia de muchos países europeos, que opinaron que una sede en la costa oeste presentaría dificultades logísticas. Por su parte, la Unión Soviética apoyaba a Nueva York, pero estaba abierta a considerar Filadelfia si se eliminaba San Francisco de la lista.
A pesar de que el gobierno estadounidense ofreció terrenos en San Francisco libres de impuestos, finalmente se inclinó por una ubicación en la costa atlántica, citando su proximidad a Europa como un factor clave.
En diciembre, el comité presentó nuevas propuestas, centrándose en las opciones de Filadelfia, Boston y Nueva York. Fue en esta fase cuando Rockefeller se ofreció a donar 8,5 millones de dólares, condición que incluía la compra de un terreno en Manhattan y la exención fiscal de la donación.
Una subcomisión determinó que el área industrial de Manhattan era ideal para la sede, ya que permitía un diseño más vertical que el previsto originalmente. Así, la donación y la compra del terreno fueron aprobadas, estableciendo la actual sede de la ONU.
Las obras se iniciaron en octubre de 1949, con un presupuesto inicial de 85 millones de dólares, que se redujo en 20 millones a solicitud del secretario general, lo que llevó a rediseñar algunos edificios. Este proyecto fue financiado por un préstamo sin interés de 65 millones de dólares otorgado por el gobierno estadounidense, el cual se saldó completamente en 1982.
La creación de la sede de la ONU también originó un acuerdo entre ambas partes en 1947, que definió los parámetros de actividad y autonomía de la ONU en territorio estadounidense, creando un espacio diplomático que otorgaba libertad de comunicación y, en teoría, independencia al organismo internacional.
Bajo el acuerdo, el “distrito” donde se ubica la sede sería inviolable, estableciendo restricciones al gobierno de Estados Unidos para limitar el acceso de personas y facilitando la tramitación de visas cuando fueran necesarias.
El pacto también subraya que ningún país, incluido Estados Unidos, puede decidir unilateralmente el traslado de la sede, una disposición ambigua que no especifica cómo llevar a cabo un posible cambio, tema que en casi 80 años jamás ha sido debatido seriamente.
La ONU cuenta con agencias en distintas metrópolis del mundo, desde Roma hasta Ginebra, que es sede del Consejo de Derechos Humanos. Aunque nada impide que la ONU considere un cambio de sede central, fuentes de la Secretaría General destacan que nunca se ha llevado a cabo una iniciativa de este tipo.
Desde su fundación, la posibilidad de mover la sede no ha sido contemplada ni se han realizado esfuerzos sustanciales hacia ese objetivo, más allá de algunas voces que abogan por mover los centros de decisión fuera de Estados Unidos.
Cualquier discusión sobre el traslado necesitaría un amplio consenso en la Asamblea General, incluyendo el voto de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad. En última instancia, la decisión estaría en manos de los Estados miembros.
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