 
                                        La complejidad de rescatar a los rehenes de Hamás plantea enormes desafíos operativos, tanto en términos de logística como de riesgo, lo que hace que tal acción sea difícil de considerar viable.
TEL AVIV, 9 de mayo. (Redacción especial para EUROPA PRESS, Leyre Guijo) -
“Los diamantes son nuestro tesoro”. Así comunicaron los soldados israelíes a su mando el éxito de la misión de rescate de Luis Har, quien había estado secuestrado en Gaza desde el ataque del 7 de octubre de 2023. Un año después, Har, oriundo de Argentina, comparte sus reflexiones sobre la suerte que tuvo, así como sobre los peligros que implicaría una operación similar para liberar a otros rehenes que todavía podrían estar con vida.
El incidente se produjo en el 'kibutz' de Nir Yzjak, donde Har se encontraba celebrando el final de la festividad judía de 'sucot' con su pareja, Clara Marman, y su familia. La atmósfera festiva se tornó oscura cuando, a las 6:29 a.m., sonó la primera alarma de emergencia, inicialmente subestimada por el grupo, quienes pensaron que podrían permanecer en el refugio solo unos minutos antes de salir. La realidad pronto se tornó aterradora cuando disparos incesantes hicieron que se dio cuenta de la gravedad de la situación, lo que lo llevó a encender la televisión y darse cuenta de que estaba viviendo escenas dignas de una película.
En medio del caos, Luis, Clara, y su familia, incluidos Bella, la perra de Mía, se refugiaron, protegiéndose como pudieron al bloquear la puerta. A pesar de sus esfuerzos, los terroristas lograron ingresar, armados y gritando. Milagrosamente, todos se mantuvieron fuera de los disparos, mientras la casa quedaba devastada a su alrededor.
La situación escaló a una velocidad desconcertante. Los llevaron a empujones hacia una camioneta por la que se encontraban cinco terroristas que proferían gritos de guerra. Posteriormente, fueron trasladados a un túnel en Gaza, donde permanecieron recluidos varias horas antes de ser cambiados a un coche que los llevó a una nueva casa, un recorrido que empezó en Jan Yunés y concluyó en Rafá.
Pasados unos días, Har y su cuñado fueron finalmente rescatados el 12 de febrero de 2024. Las tres mujeres del grupo, junto con la perrita, habían sido liberadas tras 53 días en uno de los primeros intercambios de prisioneros entre Israel y Hamás. El lugar de detención resultó ser un espacio menos visible dentro de la misma residencia en la que estaban atrapados originalmente.
Una explosión lanzó a Luis de su sueño una noche, y lo llevó a una experiencia surrealista de balas volando por el cuarto. En medio del pánico, recibió la orden de regresar, y fue entonces cuando se le acercó un soldado: "Luis, Tzahal está aquí para llevarlos a casa". En ese instante, sintió que estaba en las mejores manos posibles.
Los soldados ayudaron a Luis y a los demás a descender a través de una tirolina, y junto a la rapidez con que se comunicaron por sus nombres, el ambiente de confianza se reforzó. Una vez en un blindado del Ejército, recibieron atención y fueron transportados con rapidez a un hospital en Israel, donde a las 3:15 de la mañana se comprobó su estado de salud tras el largo y peligroso viaje.
Har, hoy consciente del riesgo que implicó su rescate, observa que solo dos misiones similares han tenido lugar durante este tiempo difícil. La primera fue la suya y la del cuñado, y la más reciente involucró la liberación de otros cuatro rehenes de un festival. Cuando se le cuestiona sobre la posibilidad de un nuevo intento de rescate, su respuesta es clara y cautelosa: “No, no creo que sea factible liberar a 59 rehenes en este momento”. Argumenta que la movilización necesaria para una operación así sería monumental, y destaca que el peligro tanto para los soldados como para los rehenes sería inmenso.
Luis se siente especialmente molesto por comentarios de figuras como el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, quien ha sugerido que hay “temas más importantes” que la vida de los rehenes. “Es doloroso”, expresa, lamentando que tales opiniones no se mantengan en privado, ya que solo añaden sufrimiento a las familias afectadas.
Aunque está agradecido por su propia liberación, su felicidad se ve ensombrecida por el hecho de que otros aún están secuestrados. “Es triste escuchar esas cosas”, concluye, reafirmando su urgencia y la necesidad de atención hacia los que permanecen cautivos.
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