Francia intensifica la presión sobre Marruecos por el Sáhara Occidental, complicando las relaciones con Argelia.
Las relaciones entre Francia y Argelia han alcanzado un punto crítico, marcado por tensiones que se remontan a problemas profundamente arraigados en la historia colonial de ambos países. En los últimos meses, el clima de hostilidad ha escalado, intensificado por un renovado acercamiento entre París y Rabat, especialmente en lo que respecta al controvertido asunto del Sáhara Occidental.
En este contexto, la reciente detención de varios argelinos en Francia acusados de incitar a la violencia ha exacerbado la situación. Esta medida se produce tras la captura del prominente escritor franco-argelino Boualem Sansal en noviembre de 2024, quien ha sido crítico con el gobierno argelino y fue arrestado por, supuestamente, amenazar la seguridad nacional con sus opiniones.
La controversia generada por la situación de Sansal ha llevado a Francia a cuestionar varios de los acuerdos establecidos con Argelia, especialmente en temas migratorios, aduciendo que se han violado compromisos fundamentales. Las autoridades argelinas, a su vez, han respondido con desdén, señalando que la negativa a aceptar la repatriación de argelinos expulsados de Francia es una ofensa que requerirá una respuesta contundente.
Las raíces de estas tensiones también se encuentran en los disparates de las políticas exteriores de ambas naciones en la región del Sahel, particularmente en relación con el Sáhara Occidental, un antiguo territorio español que está bajo control marroquí. El apoyo de Francia al plan de autonomía de Marruecos ha sido un punto de fricción significativo, provocando la indignación de Argelia, que lleva años pidiendo un desenlace que implique la descolonización y la independencia del Sáhara.
El reciente discurso del presidente francés, Emmanuel Macron, en el que reafirmó la postura de reconocer la soberanía marroquí sobre el Sáhara, ha catalizado aún más el malestar argelino. Desde Argel, se considera que esta visión de los acontecimientos es no solo inaceptable, sino que perpetúa una situación que priva al pueblo saharaui de su derecho a la autodeterminación.
Las declaraciones de Macron y su reiterado apoyo a Marruecos han sido tildadas de contraproducentes, y el presidente argelino, Abdelmayid Tebune, ha denunciado que esta dinámica es una maniobra para coaccionar a los saharauis a aceptar una solución que sólo favorece a las potencias coloniales.
La reciente visita de funcionarios franceses a zonas del Sáhara controladas por Marruecos ha añadido leña al fuego, intensificando las críticas de Argelia y del Frente Polisario, que exige un compromiso real por parte de la comunidad internacional para que se respete el derecho de este territorio a descolonizarse.
En un contexto donde los ejércitos de Francia y Marruecos planean ejercicios conjuntos, Argelia ha convocado a su embajador en París, advirtiendo que estas acciones son provocativas y solo servirán para agravar la fractura existente. Las relaciones, aunque históricamente fluctuantes, están nuevamente al borde de una ruptura significativa, especialmente a la luz de la complicada herencia colonial que pesa en ambas naciones.
El legado de la colonización es una herida abierta para Argelia, como lo evidenció la crisis diplomática provocada por declaraciones de Macron en 2021,lo que subraya la fragilidad de los vínculos entre ambos países, que parece regirse más por intereses geopolíticos que por un entendimiento mutuo y respetuoso.
Las demandas de Argelia por reconocer los abusos cometidos durante la colonización francesa, que incluyen graves violaciones a los derechos humanos y pruebas nucleares en su territorio, siguen siendo un tema candente. Recientemente, se ha discutido la posibilidad de una nueva ley que criminalice el colonialismo, una medida que refleja el rencor persistente en la memoria colectiva argelina y la urgencia de la reconciliación.
Las perspectivas son sombrías, pues las discordias acumuladas entre Francia y Argelia sugieren que el enfriamiento de sus relaciones continuará en los próximos meses. La inclinación de Francia hacia Marruecos, después de años de tensiones diplomáticas, resalta un rediseño en la dinámica regional, dejando a la cuestión del Sáhara Occidental como la más perjudicada en la ausencia de iniciativas concretas por su independencia.
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