Jordi Sierra i Fabra, galardonado con el Premio Antonio de Sarra, reflexiona: "La 'calidad' no ha sido un sello en mi escritura".

En Madrid, el 14 de noviembre, el reconocido autor de literatura infantil y juvenil, Jordi Sierra i Fabra, recibió el XXVIII Premio Antonio de Sarra, galardón concedido por la Asociación de Editores de Madrid. Durante la ceremonia, el escritor expresó su gratitud al jurado por destacar la "calidad" de sus obras, un término que, según él, no siempre ha estado vinculado a su trayectoria.
El autor afirmó: "Este premio es un reconocimiento al creador y a una generación de artistas que nos dedicamos a elaborar libros distintos, dirigidos tanto a niños como a jóvenes, con matices específicos. La noción de calidad no ha sido una constante en el discurso sobre mi obra. Tras haber escrito 600 libros, uno se enfrenta a diversas percepciones. Por ello, lo que más valoro de este premio es el respeto. Se está reconociendo, por fin, a creadores que hemos optado por caminos diferentes y que, en su momento, logramos dejar una huella en este país". Estas palabras resonaron en el Instituto Cervantes de Madrid, donde tuvo lugar la entrega del galardón.
Además, Sierra i Fabra compartió su experiencia como escritor de literatura juvenil, la cual ha sido, en ocasiones, objeto de desprecio por parte de intelectuales que desestiman su trabajo. "Muchos me miraron con desdén, creyendo que escribía para ‘niños tontos’. Sin embargo, es fundamental reconocer el esfuerzo de la generación que denomino ‘la sin nombre’, que emergió tras la muerte de Franco", afirmó.
El escritor recordó su pertenencia a un grupo de literatos que, tras el final de la dictadura en 1975, se aventuró a crear literatura juvenil. "Ese puñado de autores, aproximadamente diez o doce, se dedicó a escribir para el público joven. Con el tiempo, todos hemos sido merecedores del Premio Nacional de Literatura Juvenil, y somos parte de una generación que revitalizó la lectura entre los jóvenes en España. Introdujimos un nuevo lenguaje y formas innovadoras de narrar. Tuvimos la suerte de contar con editores que apoyaron nuestras iniciativas y crearon colecciones específicamente para nosotros", relató con orgullo.
Además, Sierra i Fabra no dudó en rendir homenaje a aquellos escritores que, en su opinión, están en la sombra y no reciben el reconocimiento que merecen. Este premio, que se determinó el pasado mayo, también lo dedico al niño tartamudo que alguna vez fue y al que le dijeron que "nunca llegaría a ser escritor".
"Escribir es una tarea intrínsecamente solitaria. Aunque no es el trabajo más extenuante, sin duda es el más solitario y silencioso. En la actualidad, escribir es un acto de fe, resistencia y confianza. Recordemos que hace dos años, cuando Irene Vallejo recibió el Premio Antonio de Sarra, Lorenzo Silva habló sobre la labor de los editores. Yo, en cambio, quiero centrarme en lo que significa ser escritor. Es una de las actividades más apasionantes, pero a la vez solitarias y difíciles. Además, nuestra labor a menudo es invisible. Somos invisibles", continuó su reflexión el autor.
Por su parte, Manuel González, presidente de la Asociación de Editores de Madrid, subrayó que, aunque Sierra i Fabra es uno de los autores más "prolíficos" en España, su obra posee una clara "calidad".
"El objetivo del autor siempre ha sido contar historias y conectar con la gente, un objetivo que ha logrado con éxito. A lo largo de más de cinco décadas, puede sentirse orgulloso de que, cuando visita Medellín, miles de niños en las escuelas de la ciudad lo reconocen. Su defensa de los derechos humanos, y en particular de los derechos de la infancia y de los sectores más vulnerables, no solo justifica este premio, sino que también merece el reconocimiento a valores universales que todos deberíamos adoptar. Por eso, al otorgarle este galardón, estamos reconociendo su contribución", concluyó González.
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