La crisis humanitaria en Gaza: el bloqueo israelí deja a los palestinos sin alimentos ni agua dos años tras el 7-O.

Un informe reciente de especialistas denuncia que las autoridades israelíes continúan ignorando la grave crisis de hambruna en la Franja de Gaza, que ha sido declarada oficialmente en algunas regiones. Esta situación se ha agravado debido a la prolongada ofensiva militar, que ha resultado en la muerte de decenas de miles de personas.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ha señalado que la recuperación de las industrias agrícolas en Gaza podría tomar entre dos y tres años, lo que pone de manifiesto la devastación que ha sufrido el enclave desde que comenzaron los ataques hace dos años. Las cifras son alarmantes: el Ministerio de Salud de Gaza informa que al menos 459 personas han fallecido debido a la insostenible situación de desnutrición, con un impacto devastador sobre los más vulnerables, incluidos 154 niños.
Desde la declaración de hambruna en agosto, han ocurrido 177 muertes adicionales vinculadas a esta crisis alimentaria, mientras que la disponibilidad de alimentos cocinados ha disminuido drásticamente, cayendo un 70 por ciento en la región más afectada de Gaza. Solo hay ocho cocinas funcionando, lo que agrava la situación de millones de personas que enfrentan condiciones cada vez más difíciles.
La población de Gaza está sufriendo enormemente en este contexto, ya que el acceso a recursos vitales se ve interrumpido por los contínuos ataques aéreos y la paralización de las operaciones humanitarias. Aproximadamente un millón de personas tienen acceso a menos de la cantidad mínima de agua potable requerida diariamente, una crisis que se ve acentuada por la contaminación del agua y el mal manejo de los servicios de salud, sumando un mayor riesgo de enfermedades.
La entrada de ayuda humanitaria al enclave está rigurosamente controlada por Israel, que fija pautas para la distribución de asistencia, mientras que las agencias de la ONU se ven impedidas de operar con eficacia. La Fundación Humanitaria de Gaza (GHF), creada por el gobierno israelí, ha sido objeto de críticas constantes por las organizaciones internacionales, que la consideran ineficaz e incapaz de garantizar la asistencia de manera neutral. Además, se han reportado casos de violencia donde palestinos han sido tiroteados mientras intentaban acceder a los puntos de distribución de ayuda.
La escalofriante reducción de la autosuficiencia alimentaria se debe a la devastación del ecosistema en el enclave, lo que ha llevado a una crisis de biodiversidad sin precedentes. La FAO advierte que solo el 1.5 por ciento de las tierras de cultivo es accesible y hay serias preocupaciones sobre la producción ganadera, que ha caído drásticamente, dejando a los agricultores en una situación desesperante.
El sector pesquero, que anteriormente proporcionaba una fuente vital de proteína a la población, ha sido igualmente asediado por las restricciones impuestas. Desde el inicio de la ofensiva, la mayoría de los pescadores enfrentan ataques constantes, y muchos han perdido sus embarcaciones y medios de subsistencia. Las autoridades han restringido severamente el acceso al mar, haciendo que el pescado sea una opción casi inaccesible debido a su alto costo y escasez.
La situación se torna aún más crítica, ya que se estima que la recuperación total de la agroindustria de Gaza podría demorar años, dependiendo de la restauración de un entorno seguro que permita el acceso a mercados y financiación. La experta Rosa Meneses ha enfatizado que Israel ha ignorado las advertencias sobre la hambruna y ha seguido obstaculizando la llegada de alimentos y medicamentos, aumentando así las probabilidades de una crisis nutricional aún mayor.
Meneses sostiene que las acciones de Israel parecen ser parte de una estrategia de ingeniería social diseñada para eliminar a la población palestina a través de la inanición y la violencia, y advierte que las secuelas de la mala nutrición en niños pueden tener impactos duraderos en su desarrollo. La expertas también señala que la estructura de ayuda humanitaria ha sido manipulada, exacerbando el caos y divisiones internas en la sociedad gazatí.
Finalmente, hay una clara identificación de esta devastadora crisis como un acto de guerra, donde el hambre se utiliza como arma para ejercer control y provocar una descomposición social. La comunidad internacional enfrenta un desafío crítico: abordar esta crisis humanitaria que ya ha alcanzado niveles alarmantes, y garantizar que estos actos no queden impunes ante la ley internacional.
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