
En la madrugada del 13 de junio, el mundo se despertó con la noticia de un ataque llevado a cabo por Israel contra la instalación nuclear de Natanz, un símbolo del ambicioso programa de enriquecimiento de uranio de Irán. Esta planta, que ha sido objeto de tensiones geopolíticas desde su revelación en 2002 por parte de la oposición iraní, representa la contienda entre las autoridades de Teherán y sus oponentes en la región y más allá.
El progreso del programa nuclear iraní fue confirmado un año después de su descubrimiento por Gholamreza Aqazadeh, el entonces máximo responsable de la energía nuclear en Irán. En un movimiento audaz, Aqazadeh anunció la apertura de la instalación para expertos de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) tan solo días después de hacer pública su existencia, marcando así el comienzo de un proceso que prometía transformar el panorama energético del país.
La instalación, ahora denominada oficialmente como Instalación Nuclear Shahid Ahmadi Roshan en honor al científico asesinado en 2012, se encuentra en la provincia de Isfahán, a 220 kilómetros al sureste de Teherán. Este enorme complejo, que incluye tanto superficie como áreas subterráneas, alberga un sistema de centrifugadoras de uranio protegidas por una robusta estructura de concreto que alcanza siete metros de grosor.
El camino de Natanz ha estado plagado de contratiempos, incluidos ciberataques como el infame Stuxnet en 2010 y una explosión en 2020, atribuida a un ataque israelí, que dañó gravemente las instalaciones. Actualmente, los trabajos de reconstrucción se llevan a cabo en áreas subterráneas de las montañas de Zagros, donde se estima que las nuevas instalaciones estarán más protegidas a profundidades de entre 80 y 145 metros.
A pesar de los intentos de reactivar el acuerdo nuclear de 2015, la situación sigue siendo compleja. Rafael Mariano Grossi, director general del OIEA, visitó Natanz por última vez en noviembre del año pasado, pero no logró restaurar la confianza necesaria para revitalizar el acuerdo que se encuentra al borde del colapso después de que Donald Trump decidiera retirarse de él en 2018.
Tras el ataque nocturno de Israel, se confirmaron daños en varias áreas de la instalación, incluyendo la sala de enriquecimiento de uranio y otras infraestructuras subterráneas. Sin embargo, se ha informado que las instalaciones subterráneas permanecen en gran parte intactas, lo que plantea interrogantes sobre la efectividad de las acciones israelíes y el futuro del programa nuclear en Irán.
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