Un retrato de Klimt de un príncipe ghanés vuelve a mostrarse en TEFAF tras casi 100 años, con un precio de 15 millones de euros.

En un giro fascinante de la historia del arte, el icónico retrato del príncipe guineano Guillermo Nii Nortey Dowuona, creado por el célebre artista austriaco Gustav Klimt, ha emergido de su largo letargo tras 97 años de ausencia. Este notable hallazgo ha tenido lugar en el marco de la feria de arte contemporáneo TEFAF en Maastricht, gracias a la galería vienesa Wienerroither & Kohlbachepor, que ahora ofrece la obra por una sorprendente cifra de 15 millones de euros.
La pintura, datada en 1897, había sido anticipada en la edición anterior del evento, aunque su aparición fue frustrada por lo que se han descrito como "repentinas incertidumbres legales". Este complejo trasfondo ha añadido un aire de misterio a su redescubrimiento, un hecho que no pasó desapercibido para los entendidos en el mundo del arte.
El inicio de esta historia remonta a 2021, cuando una pareja de coleccionistas llevó la obra a la galería Wienerroither & Kohlbachepor. El retrato, que se encontraba en un estado lamentable debido a un mal enmarcado y cubierta por la suciedad del tiempo, reveló un sello de propiedad de Klimt en condiciones apenas visibles. Esta revelación marcó el comienzo de una investigación que cambiaría el rumbo del descubrimiento.
Alfred Weidinger, un renombrado experto en la obra de Klimt y autor del catálogo razonado de 2007, identificó rápidamente el retrato como una pieza "perdida" que había buscado durante casi dos décadas. Esta obra, de los primeros años del artista, captura a un prominente representante del grupo Osu de Ghana y fue concebida en el contexto del Völkerschau de Viena de 1897, un evento que buscaba mostrar la diversidad cultural del mundo en una época de extremos colonialismos.
La pintura no solo simboliza una fase de "cambio estilístico" en la trayectoria de Klimt, sino que también ilustra las "complejas interdependencias" históricas que han influenciado la relación entre Europa y África. Es un claro recordatorio de la riqueza de influencias que moldearon el arte y la cultura en un tiempo en que las fronteras eran más difusas que hoy.
Después de ser pintado, se cree que el retrato permaneció en posesión de Klimt hasta 1923, cuando fue subastado en la casa de subastas S. Kende de Viena. Posteriormente, en 1928, fue documentado como un préstamo para una exposición conmemorativa de Klimt en la Secesión de Viena, bajo la propiedad de Ernestine Klein.
Desafortunadamente, Klein y su esposo Felix tuvieron que abandonar su hogar en 1938 debido a su ascendencia judía. Aunque lograron sobrevivir a la guerra en Mónaco, la obra se perdió en el limbo de la historia hasta ser redescubierta en su totalidad en 2023, dotando a esta pieza de un nuevo significado en el panorama artístico contemporáneo.
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