El 8 de septiembre en Madrid, el enviado especial de Estados Unidos para Ucrania, Keith Kellogg, ha expresado serias preocupaciones sobre la creciente violencia en el conflicto ucraniano. Su alarma surge tras un ataque reciente del Ejército ruso en Kiev, que resultó en la trágica muerte de al menos dos personas y dejó a decenas de heridos, marcando un impacto directo en la sede del Gobierno ucraniano.

Kellogg utilizó sus plataformas sociales para subrayar la gravedad de la situación, señalando que el ataque representa una intensificación significativa de la guerra. Con relación a su visita reciente a la primera ministra Yulia Sviridenko en el mismo edificio atacado, enfatizó que el comportamiento de Rusia contradice cualquier intento de resolución pacífica en el conflicto.

Resaltando la posibilidad de que la situación se descontrole, el enviado de EE. UU. enfatizó que estas acciones bélicas no parecen suponer un intento genuino de Rusia por buscar una solución diplomática. Kellogg subrayó que esta realidad es precisamente la razón por la cual el presidente Trump se encuentra activamente trabajando en iniciativas para poner fin a la guerra.

En este contexto, el presidente estadounidense también ha mencionado una próxima serie de sanciones dirigidas a Rusia. Scott Bessent, secretario del Tesoro, corroboró la intención de Washington de implementar medidas restrictivas contra naciones que realicen transacciones de petróleo con Moscú, una estrategia que busca debilitar la economía rusa, como se evidenció en las recientes tarifas del 50% impuestas a India.

El ataque de hoy no solo ha dejado dos personas fallecidas y 17 heridas, sino que también ha causado un incendio en las instalaciones gubernamentales de Ucrania, ampliando la devastación en la capital. Este incidente se suma a una serie de ataques recientes, donde al menos 15 ciudadanos resultaron heridos en Zaporiyia debido a bombardeos con drones rusos la noche anterior.