El 26 de junio, desde Madrid, se ha dado a conocer una actualización preocupante acerca del estado de la economía estadounidense. Según datos recientes de la Oficina de Análisis Económico del Departamento de Comercio, el producto interior bruto (PIB) del país ha sufrido una contracción del -0,1% durante el primer trimestre del año, en contraste con el crecimiento observado al final de 2024.

Cuando se analizan las cifras en términos anualizados, el retroceso se amplía a un -0,5%, marcando un cambio notable desde la estimación inicial de -0,3% y una revisión posterior de -0,2%. Esta contracción es significativa, ya que representa el primer descenso del PIB desde el primer trimestre de 2022, cuando se registró una caída del 1% en términos anualizados, lo que plantea serias dudas sobre la sostenibilidad del crecimiento económico.

El informe indica que el principal factor detrás de esta disminución se debe al aumento de las importaciones, que se deducen del cálculo del PIB, y a una notable reducción en el gasto público. Aunque algunas áreas como la inversión y el consumo privado han mostrado señales de mejora, estos no fueron suficientes para mitigar el impacto negativo de las importaciones y los recortes en el gasto estatal.

Además, la revisión de los datos ha puesto de manifiesto un deterioro en el gasto de los hogares y en las exportaciones, que no logró ser compensado por una caída menor en las importaciones respecto a lo que se había informado inicialmente. Este panorama sugiere que los consumidores y las empresas estadounidenses están enfrentando mayores retos, lo que podría tener repercusiones más amplias en la economía nacional en el corto y mediano plazo.