La situación educativa en la Franja de Gaza se encuentra en una crisis alarmante, con un lamento profundo por la interrupción de la educación regular que ha perdurado durante dos años escolares. Este parón se presenta como un desafío monumental, amenazando con sancionar a las futuras generaciones con repercusiones educativas que podrían dejarlas indefensas ante el futuro.
En un inquietante informe del 23 de enero desde Madrid, las autoridades gazatíes, bajo el control del Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás), han revelado que más de 15.000 niños en edad escolar se encuentran en un estado de muerte o desaparición. Este triste dato se vincula con más de un año y medio de intensos bombardeos por parte del Ejército israelí, que han causado más de 47.150 muertes en el enclave, dejando una herida profunda en la sociedad y la estructura educativa de la región.
El Ministerio de Educación de Gaza ha compartido esta desgarradora estadística, que incluye la trágica cifra de 800 trabajadores del sector educativo que han perdido la vida. “La magnitud de esta tragedia es comparable al genocidio, afectando la vida de estudiantes y educadores en más de 30 escuelas”, enfatiza un comunicado emitido por la oficina de medios del gobierno de Gaza, reflejando la devastación que estos crímenes han traído consigo.
Además de las trágicas pérdidas humanas, el informe indica que más de 50.000 estudiantes han sufrido heridas, con muchos de ellos enfrentando condiciones físicas que resultarán en discapacidades permanentes, tales como amputaciones, parálisis y lesiones traumáticas. Este escenario plantea un alarmante incremento en el número de niños que requerirán atención especial en el ámbito educativo, como resultado directo de la violencia sufrida.
En el ámbito de la educación superior, el impacto no es menos devastador, ya que más de 1.200 estudiantes y 150 académicos han perdido la vida, mientras que “cientos” más se han visto heridos de diversas formas. Las estadísticas del ministerio dan cuenta de miles de niños que han enfrentado experiencias traumáticas sin precedentes, generando una ola de problemas psicológicos que requerirán intervención especializada urgentemente.
Una autoridad educativa expresó su profundo desasosiego al señalar que a los niños se les ha robado no solo su inocencia sino también su infancia, haciendo eco de los pactos internacionales que buscan proteger su bienestar. “Las promesas de seguridad para nuestros niños se han vuelto un eco vacío”, enfatizó. “Las escolas, que deberían ser espacios seguros, se han convertido en víctimas del conflicto”.
El conflicto ha realizado una interrupción significativa en la educación regular, que abarca cerca de 3000 días lectivos en dos años académicos consecutivos. Aunque se intentaron implementar modalidades educativas alternativas, la falta de zonas seguras, cortes de energía e Internet, y la carencia de los recursos necesarios han puesto en entredicho cualquier esfuerzo. “Este escenario amenaza con tener consecuencias graves sobre su futuro educativo”, advirtió el ministerio.
Los ataques sistemáticos contra las instituciones educativas han dejado un rastro de destrucción, con el 95 por ciento de los edificios escolares dañados y el 85 por ciento fuera de servicio debido a la devastación total o parcial de sus instalaciones y equipo. Se estima que las pérdidas financieras en el sector educativo superan los 3.000 millones de dólares (aproximadamente 2.900 millones de euros), una suma que refleja no solo una pérdida material, sino también un futuro truncado para innumerables jóvenes.
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