
En un nuevo episodio de la escalofriante escalada de tensiones en el Medio Oriente, el Ejército de Israel ha informado este lunes sobre la interceptación de un dron que, supuestamente, fue lanzado desde Yemen hacia su territorio. Este desarrollo ocurre en medio de un contexto donde los hutíes han intensificado sus ataques con drones y misiles, desatando inquietud en la región. Sin embargo, hasta el momento, no ha habido una respuesta oficial por parte de los rebeldes hutíes, quienes desde hace meses han estado activos en esta campaña.
En un comunicado breve, las autoridades israelíes confirmaron que "la Fuerza Aérea interceptó un aparato aéreo no tripulado" en el sur del país. Notablemente, el informe también menciona que no se activaron alertas de emergencia, lo que podría sugerir una estrategia específica de control de daños. Fuentes del ámbito militar, citadas por el portal 'The Times of Israel', han indicado que el dron fue derribado por un helicóptero cerca de la localidad de Gvulot, lo que añade un nuevo elemento a la sofisticación de las operaciones militares en esta parte del mundo.
Desde 2015, los hutíes han mantenido el control de Saná, la capital de Yemen, así como de otras regiones en el norte y el oeste del país. En respuesta a la ofensiva israelí en Gaza, que se desató después de los ataques del 7 de octubre de 2023 por parte de Hamás y otros grupos palestinos, han comenzado a atacar a Israel y a buques asociados en el mar Rojo y el golfo de Adén. Estos operativos, según los hutíes, son una respuesta legítima a la violencia desatada en Gaza, donde las consecuencias humanitarias son devastadoras.
La situación ha llevado a Israel a lanzar una serie de bombardeos contra objetivos en Yemen, mientras que potencias como Estados Unidos y Reino Unido también han realizado ataques aéreos bajo el argumento de proteger la seguridad de las rutas marítimas en la región. Los hutíes, por su parte, han dejado claro que no cesarán en sus acciones hasta que se detenga la ofensiva israelí en Gaza, que ha resultado en la pérdida de más de 46.500 vidas. Este ciclo de violencia plantea serias preguntas sobre la estabilidad en la región y sobre la urgencia de una solución pacífica que aborde las raíces del conflicto y evite un mayor sufrimiento humano.
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