En medio de un contexto marcado por la violencia y la tragedia, el kibutz Nir Oz se ha convertido en uno de los epicentros del dolor tras los ataques perpetrados por Hamás el 7 de octubre de 2023. Esta localidad israelí, que una vez se consideró un refugio seguro, ahora enfrenta un duelo por los rehenes que aún permanecen en la Franja de Gaza, en lo que el Ejército israelí ha calificado como "el mayor fallo de seguridad" en su historia.
Desde aquella trágica jornada, el caso de Karina Engel ha resonado con fuerza, ya que su esposo, Ronen, fue secuestrado y su familia desolada en medio del caos. A medida que pasan los años, el anhelo por recuperar los restos de Ronen se convierte en un imperativo emocional para Karina, quien describe su experiencia como un "infierno" que se ha prolongado por más de 700 días. Su deseo es ofrecer un adiós digno a su pareja mientras clama por la liberación de los demás cautivos.
En una visita reciente al kibutz, Karina transmitió su angustia, planteando que la liberación de todos los rehenes debería ser una prioridad indiscutible. "No se trata de valorar la vida de unos sobre otros", enfatizó, pues cada vida tiene el mismo valor, y es crucial que todos los secuestrados encuentren camino de regreso a casa. La misión de las familias, apuntó, va más allá de un sufrimiento personal; es una cuestión de humanidad que le concierne al mundo entero.
Karina, oriunda de Argentina, ha calificado a Nir Oz como "un lugar asolado por el sufrimiento". Recordó con dolor cómo, de un momento a otro, su hogar se convirtió en un escenario de violencia y desamparo. Mientras su comunidad se recupera, su propia lucha por sanar ha sido dificultada por la experiencia traumática que vivió junto a sus hijas durante su cautiverio.
En ese oscuro periodo, Ronen intentó defender a su familia, pero la violencia fue abrumadora. Karina y sus hijos fueron capturados por los milicianos, quienes los llevaron en motos, y sufrieron un terrible accidente en el camino. Las niñas fueron finalmente separadas de su madre y mantenidas bajo custodia hasta ser liberadas en noviembre, pero el cuerpo de Ronen continúa en Gaza, un recordatorio constante de la cruel realidad que enfrentan numerosas familias israelíes.
A lo largo de su cautiverio, Karina fue sometida a una dura "táctica de terror psicológico", donde le ofrecieron engaños y promesas vacías sobre el bienestar de sus hijas. Su relato pone de relieve las complejidades y el trauma resultante de estas experiencias, afectando no solo a las víctimas, sino también a las comunidades enteras que sobreviven a tales horrores.
Con el tiempo, Karina ha encontrado en el ejercicio físico un nuevo medio para canalizar su dolor. Entrenando con un personal, busca empoderarse y sanar mientras recuerda que su hijo Tom logró escapar de la masacre, un rayo de esperanza en medio de la tristeza.
El Ejército israelí, reconociendo su papel en los acontecimientos del 7 de octubre, se ha comprometido a minimizar el daño a los civiles en Gaza mientras lucha contra Hamás, a quien consideran responsable de la prolongación del conflicto. El portavoz del Ejército ha dejado claro que la situación es resultado de una guerra existencial por la seguridad del país y la liberación de los rehenes, reflejando el complejo entramado de intereses que nutrir la violencia en la región.
El kibutz Nir Oz, que se encuentra a solo tres kilómetros de la frontera con Gaza, ahora es un símbolo del sufrimiento colectivo, con más de un tercio de sus hogares en escombros y más de un centenar de sus habitantes muertos o secuestrados. A medida que los pocos restantes regresan, el lugar se mantiene como un recordatorio de la tragedia, clamando por la paz y el apoyo a las familias que siguen sufriendo la pérdida y el vacío dejados por la violencia.
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