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La guerra y la hambruna son factores determinantes en la mayoría de los conflictos.

La guerra y la hambruna son factores determinantes en la mayoría de los conflictos.

MADRID, 27 May. (por Olivier Longué, director general de Acción contra el Hambre) -

La existencia de conflictos activos en el mundo asciende al menos a 110. A menudo, los medios de comunicación nos muestran las consecuencias directas de la violencia en las víctimas, pero pocas veces se ponen de manifiesto las conexiones y factores específicos detrás de muchos conflictos, fundamentalmente relacionados con el hambre.

El mapa que acompaña este artículo muestra que más del 85% de los 258 millones de personas que sufren de hambre aguda viven en países afectados por guerras y conflictos. El último informe de Acción contra el Hambre, titulado No importa quién esté luchando, el hambre siempre gana profundiza en la conexión entre los conflictos y el hambre. Se muestra cómo el incremento alarmante de la inseguridad alimentaria en el mundo va de la mano con el aumento del número y la intensidad de los conflictos armados y del evidente incumplimiento del derecho internacional humanitario por las partes beligerantes, de las que la población civil es la principal víctima.

El informe sitúa a los conflictos como la principal causa de la crisis alimentaria y nutricional actual, incluso más que las crisis económicas o la crisis climática. Este alarmante vínculo puede desglosarse en seis puntos:

1) Obstáculo para acceder a los cultivos y al pasto. El 80% de las personas extremadamente pobres del mundo viven en zonas rurales y dependen de la agricultura y la ganadería para sobrevivir.

2) Saqueo y robo de bienes productivos y cosechas. En zonas rurales, la producción agrícola es atacada como táctica política y económica.

3) Contaminación por minas. El número de víctimas provocado por este tipo de armas ha aumentado en los últimos siete años. Su uso desplaza y confina a poblaciones que pierden su capacidad de desarrollar sus medios de vida, afectando particularmente a zonas rurales remotas, agrícolas y pastorales.

4) Destrucción de servicios e infraestructuras básicas. El uso de armas explosivas en zonas pobladas destruye infraestructuras críticas, como suministros de agua y alimentos, mercados, hospitales y escuelas.

5) Desplazamientos forzados. En 2022, había 103 millones de personas desplazadas por la fuerza de sus hogares, un 15% más que en 2021. Por ejemplo, actualmente, los combates en Sudán han obligado a cientos de miles de personas a abandonar sus hogares, amenazando con empujarlos a una mayor inseguridad alimentaria.

6) Obstrucción al acceso de la asistencia humanitaria y a los medios básicos de supervivencia. En países en conflicto, los bloqueos de puertos y carreteras interrumpen el comercio y la ayuda humanitaria, provocando hambre y malnutrición. Además, los trabajadores humanitarios son atacados y hay campañas de desinformación que socavan la percepción de neutralidad de sus actuaciones.

El reciente informe publicado por Acción contra el Hambre incluye perspectivas de primera mano sobre las repercusiones de los conflictos en la seguridad alimentaria en países como la República Centroafricana, la República Democrática del Congo, países del Sahel como Níger, Mali y Burkina Faso y otros como Colombia y Siria, con testimonios recogidos sobre el terreno.

Esta semana se ha cumplido el quinto aniversario de la Resolución 2417 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Es hora de tomar medidas para asegurar su aplicación y garantizar la protección de la población civil en los conflictos, velando para que el hambre y la inseguridad alimentaria no se utilicen como arma en los conflictos armados a expensas de las personas vulnerables.