
En medio de un contexto de creciente tensión en la región, el Ejército de Pakistán ha reportado bajas significativas. Según su informe, durante la ofensiva lanzada en la noche del pasado sábado en respuesta a las acciones talibanes, han perdido la vida 23 soldados y 29 más han resultado heridos.
El enfrentamiento surge tras un ataque aéreo llevado a cabo por las fuerzas paquistaníes en territorio afgano el jueves anterior, un hecho que, según los talibanes, justificó su represalia. En el marco de estas hostilidades, el movimiento extremista afirmó que al menos 58 de sus militares fallecieron en el ataque, mientras que también reconocieron la muerte de nueve talibanes y 16 heridos en sus filas.
A pesar de las afirmaciones de los talibanes, el Ejército de Pakistán ha presentado un balance distinto, alegando que más de 200 combatientes talibanes perdieron la vida, tanto en el asalto inicial como en los subsiguientes bombardeos dirigidos a diversos puntos estratégicos en la provincia de Kandahar.
Los representantes militares han sostenido que los daños causados son considerables, afectando no solo a puestos de control y campamentos, sino también a la infraestructura operativa de los talibanes a lo largo de la frontera, con una destrucción que varía desde lo táctico hasta lo estratégico.
Por su parte, los talibanes han calificado el ataque aéreo del jueves de una violación inaceptable de su soberanía, sugiriendo que podría haber sido un intento de eliminar al líder del Tehrik-i-Taliban Pakistan (TTP). Sin embargo, Islamabad no ha corroborado esta afirmación, y el líder del TTP, Nur Wali Mehsud, aparenta haber sobrepasado ileso la ofensiva.
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